El superburro y otros héroes

Superburro era muy querido porque arrojaba, por detrás, suficientes monedas de oro para mantener contento a su dueño, el cual vivía como un rey. Pero el día que dejó de arrojar monedas por más que pujaba y pujaba, su amo le dio tremendas palizas, y por más que el animalito intentaba darle gusto, las monedas no volvieron a aparecer; entonces el burrito fue a parar solo, pobre y desdichado.

El Caballero de la Almohada no monta un brioso potro: viaja en el camión del Bizco Elias; no lo sigue un escudero comedido y parlanchín, sino una cabra que cada tanto lo acicala a lametazos, daría cualquier cosa por obtener aunque fuera una foto de esa doncella en cuya salvación debe empeñar todo el poder de su esforzado brazo; dar la su cabeza por ajustar cuentas con el gracioso que lo metió en esa historia de la que no quiere saber nada, donde desentona porque no hay nada qué hacer y en cambio sí se le hace ver ridículo y desorientado. Reniego tras reniego va por el mundo el extravagante héroe, jurando y doliéndose de su suerte. Por el mundo va el héroe, junto con Juan Bobo, la pulga del rey, Super Burro y los demás valientes.