A Léa le cansa eso de estar siempre mirando para adelante, ya sea al caminar o en el aula de la escuela. Un día decide dejar de hacer sólo lo que los adultos esperan de ella y descubre un mundo a su lado. Casi como en un viaje iniciático, la niña descubrirá la importancia de no mirar siempre en la misma dirección… y descubrirá el amor.