
A propósito de Roald Dahl y de “lavar” la literatura… Desde hace unos días el anuncio de la decisión de Puffin Books, – editor de los libros de Dahl en inglés-, de suprimir lenguaje considerado ofensivo para los lectores, ha sido motivo de polémica.
En pleno siglo XXI, en donde las redes, la música la tv y el cine están llenos de lenguaje e imágenes ofensivas, nos preguntamos si la necesidad de editar el lenguaje corresponde a una tendencia de mercadeo de encajar en la nueva etiqueta de la corrección política o de la mojigatería. Lo cierto es que los censores persiguen el eslabón mas débil de la cadena: la literatura para niños.
Roald Dahl, famoso por su humor negro y personajes entrañables que se mofan de la inconsistencia y maldad del mundo adulto, también escribió para adultos. Sus cuentos adultos están cargados de socarronería, personajes cínicos, erotismo e impropiedad moral. ¿Porque no recae también la censura sobre esta parte de su obra?
Quizás obedece a esa idea desconectada de la realidad de que los niños no pueden, no deben, estar expuestos a lecturas que puedan producir trauma o que generen etiquetas sociales y morales que propendan por ideas que luego no puedan deshacerse. Pero, ¿estamos realmente hablando de que el lenguaje de Dahl es nocivo? Ya el glotón de Augustus Gloop no será descrito como gordo sino como enorme. La señora Cretino no será fea y bestial, sino solo bestial, y los Oompa Loompas ya no son hombres pequeño sino personas pequeñas. Al porqué las brujas son calvas bajos sus pelucas, se le agregó un párrafo explicativo que agrega que hay muchas razones por las que las mujeres pueden usar peluca y que no hay nada de malo en ello. Toda referencia a los géneros y a características físicas consideradas ofensivas hoy ha sido lavada.
Semejante edición supone crear la idea de que toda referencia a lo físico pueda ser temida. No solo un atentado contra el sentido del humor sino a la idea de que la literatura debe complacerlo todo. Quizás estén bajo la percepción de que los jóvenes lectores no tenga la capacidad de discernir entre lo ofensivo y lo cómico…
Ya nos recordaba Marina Colasanti, escritora italo-brasileña, en su escrito «Leyendo en la casa de la guerra» sobre los peligros de la censura; su capacidad de instalarse en tejidos invisibles pero que permean los años y las generaciones, nublando en ocasiones el derecho a permitir que sea el lector quien determine si lo leído es o no valioso. En sus palabras,
«La verdad es que no existe una literatura ‘limpia’. Existen libros ‘limpios’, sobre todo para niños. Pero esos libros pueden no ser, y con frecuencia no lo son, literatura. Literatura es arte. Y el arte es tensión, conflicto, pathos.»
Hace tan solo un par de días, la editorial volvió a pronunciarse anunciando que publicará las dos ediciones: la “corregida» y la original para que sean los lectores quienes decidan cuál deben leer.. Sin embargo, queda la incertidumbre ante la potestad de los editores de editar textos de autores ya fallecidos por motivos no justificados por la literatura.
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