Hogares y balcones

«Hogar es donde habita el corazón”. Esta frase acuñada en nuestra cotidianidad con cierta ligereza, adopta hoy día una significado particular. Los hechos que vivimos en este inicio de 2020 han llevado a muchos a guardarse en casa forzosamente. Los mensajes compartidos por redes, noticias, diarios y conversaciones revelan el asombro que como sociedad actual nos ha producido el caos reciente. Nadie termina por creer que el mundo parece estar imitando una apocalíptica novela de ciencia ficción. Más allá de si las reacciones son causadas por el pánico o justificadas, lo cierto es que nunca el mundo se había estremecido en sus dinámicas, – personales, sociales, nacionales y transnacionales-, de forma tan globalizada por un virus contagioso. Hoy en la fase de pandemia, cada acto adquiere una trascendida inusitada. Desde salir de casa, ir a la escuela y al trabajo, compartir con los amigos, comprar en el mercado, comprar divisas, organizar reuniones, cancelar los viajes, planear el próximo trimestre…Y no sólo a nivel de las repercusiones en la salud. Las consecuencias económicas apenas comienzan a atisbarse.

¿Qué hacer en este escenario? La vida no puede, no debe, detenerse. Muchas economías familiares están en juego. El impacto de este escenario actual es miedoso. El mundo nos parece un lugar hostil, caótico, volátil. Cada quien desde su casa ansía que esta pandemia pase pronto.

Plinio, filósofo de la antigüedad oriundo de la actual provincia de Como al norte de Italia, nunca habría imaginado que este pensamiento que se le atribuye, -el hogar es donde habita el corazón-, estaría ligado a una realidad tan insospechada como la que viven sus actuales coterráneos. Fotos de familias hablando de una ventana a otra, de un balcón a otro, reducidos al espacio dentro de sus muros familiares. El hogar, el lugar donde vivimos, al que debemos constreñirnos, es no solo en sentido figurado donde debemos estar, sino donde debemos querer estar. Debemos querer estar en casa, para que pasemos agachados bajo la tormenta de la pandemia. Debemos poder hacer del hogar un eje, un núcleo, en el que nuestra esencia se fortalezca mientras lo externo se sucede de otra forma. Debemos hacer del hogar un espacio interior, un lugar de tranquilidad, de encuentro entre los miembros que lo habitan. Pero también un lugar productivo, en el que nuestras tareas habituales no se vean extinguidas, tal vez si alteradas y modificadas, pero no del todo ausentes.

Pero lo más importante será, que una vez esta coyuntura sea cosa de meses pasados, no olvidemos cuán valiosa es la vida intramuros. La del seno del hogar, pero también la del ser interior. Cultivar mente, espíritu, emociones. Hacer del hogar un templo, un espacio en el que realmente habite el corazón. Que el pasar de la reclusión total o parcial en casa, no nos haga olvidar lo valioso que es disfrutar de lo pequeño y sencillo. De la conversación, de la lectura, del ocio productivo…

Viene al caso una precioso libro ilustrado en el que el hogar es aquel espacio que construimos para que sea siempre nuestro. Ese lugar que dotamos de nuestras más valiosas pertenencias, de elementos que son extensión de nuestro ego, de objetos materiales que complementan y afianzan nuestros placeres, – de lo inmaterial que se construye por las relaciones que se forjan a la luz de una cena compartida, de un libro leído a varias voces, de la música que se oye en todo el hogar.

The Balcony de Melissa Castrillón, ilustra lo que se vive al dejar un hogar por migrar a otro y la necesidad encontrar la fórmula para que ese nuevo espacio físico pueda reemplazar al anterior. Un tránsito a través de las ilustraciones nos permite observar que el hogar es lo que hagamos de él. La niña protagonista añora el jardín en el que pasaba sus horas. Encontrará que, aunque no de la misma manera, en este nuevo hogar podrá volver a tener un jardín propio. Un balcón se convierte en lugar verde, exuberante, lleno de plantas que se desbordan, transforman su hogar y también las relaciones que surgen en su entorno. Así, el hogar no es un lugar estanco, preconcebido y predeterminado. Es un lugar que evoluciona con respecto a quienes lo habitan. El hogar es lo que entregamos de nosotros para que así lo sea. El hogar es la suma de nuestros anhelos, deseos e intenciones que en cada gesto y objeto, se materializan para hacerlo nuestro y hacernos nosotros en él.

Melissa Castrillón ilustradora inglesa y colombiana, creció en un pequeño pueblo llamado Hitchin en Inglaterra. Se mudó a Cambridge para estudiar ilustración obteniendo luego un Master’s Degree in Children’s Book Illustration. En diciembre de 2019, su más reciente libro The Balcony obtuvo The Original Art Gold Medal otorgado por la Society of Illustrators.

The Balcony; Paula Wiseman Books, 2019.

Compartir:

Leave a Comment

TOP