
Hoy nos despedimos de David Mckee, pero abrazamos su obra, -legado que nos deja a miles de lectores, niños y adultos. McKee es quizás uno de los autores infantiles más queridos y reconocibles entre los jardines, escuelas y bibliotecas, gracias a su personaje Elmer, el elefantito de retazos de colores. Pero este es tan sólo uno de sus tantos personajes entrañables: Bernardo y el monstruo, el rey Rollo, el mago Melric, Mr. Benn, un rico «altruista», un ejercito conquistador, una colección de monstruos no tan temibles, entre otros personajes.
La obra de McKee no es tan sólo alegría y colores, animales y monstruos. McKee es de esos autores que han abordado a largo de su extensa carrera en el mundo de la LIJ innumerables temas, algunos de fácil recepción, otros que requieren de un lector (especialmente el adulto) abierto a temas susceptibles. La guerra, la exclusión, la avaricia, la xenofobia, entre otros han sido temas que subyacen algunas de las obras de McKee. La lectura de sus libros álbum permite que sea el lector quien determine la profundidad de la historia y quizás habrá casos en los que algunos lectores no encuentren allí ideologías o comentarios críticos. Las bondades de libros como estos, – construidos sobre varias capas de significados, con textos de suficiente grado de apertura para dejar espacios en blanco que sean llenados por el lector, ilustraciones que en ocasiones complementan o en otras contradicen al texto, – es que permiten multiplicidad de lecturas y conjeturas.
La obra de McKee es una invitación a que los lectores, cualquiera sea su edad, establezcan una relación con la obra y con suerte obtengan una nueva forma de ver el mundo. Quizás una de las personas que primero vio y comprendió esto en la obra de McKee, para fortuna de los lectores, fue su editor de tantos años, Klaus Fuggle de Andersen Press.
Gracias David McKee por haber enriquecido el mundo de la LIJ.