Perplejidad y empatía, dos estados mentales

Recién termino de leer Desconcierto de Richard Powers, nominada al Premio Booker 2021. Muchos libros me conmueven, algunos tanto, que llegan a la médula y no puedo despojarme mental y emocionalmente de ellos sino semanas después. Uno de ellos fue también otro de Powers, El Clamor de los Bosques ganador del Premio Pulitzer 2019. Pero no siempre lloro con los libros. En esta su mas reciente novela, la historia entre Theo, el padre, y Robin el hijo, y su relación con el mundo me llegó de manera tan profunda que lloré. Un llanto real, tanto que recordé que no estaba sola y que otros me veían llorar mientras leía. Pero hay emociones irrefrenables. Y esta es quizás una de las grandes verdades que Powers ilustra en esta fábula en la que la realidad de nuestro mundo moderno es tan abrumadora que padre e hijo no logran llegar a términos con ella.

Imagen de la carátula Bewilderment 2021, diseño de Evan Gaffney

Robin es un niño especial, – su diagnóstico oscila entre deficit de atención, Aspergers y una gama de desordenes similares -, con una conciencia no usual sobre el mundo natural que lo rodea, sensible ante los actos colectivos que compromete la viabilidad de la supervivencia de todas las especies, incluida la nuestra. Su madre una activista en defensa de los animales recién ha muerto en una accidente vial. El padre, un astrobiólogo, intenta lidiar con el dolor de ambos, mientras Robin enfrenta enormes dificultades para interactuar con sus pares en la escuela. Theo y Robin fantasean cada noche con todos los posibles planetas que albergan otras formas de vida en el universo, con geologías, topografías, constructos sociales y naturales tan diversas. Las historias de Theo en las que construye cada lugares con vida en medio del infinito, conforman un catalogo que recuerda a la fabulación de Calvino en Las Ciudades Invisibles.

Theo reconoce el dolor y la dificultad de Robin para integrarse al mundo, pero no quiere ceder antes las presiones de la escuela de acudir a la medicación farmacológica. Acuden a un método alterno, el DecNef, una neuroterapia en la que el cerebro del paciente es ayudado a tomar conciencia de sus funciones fisiológicas, mostrándole su actividad cerebral en un tiempo real al reaccionar a ciertos estímulos y así enseñarle la autorregulación de la función cerebral. Luego de solo unas pocas sesiones. Robin logra un progreso notorio, demostrando una gran capacidad de aprendizaje, absorbe todo a su alrededor como una esponja deseosa de aprehender el mundo, y recupera chispa que guía su interés en los que ofrece cada nuevo día. Pero su mayor progreso realmente sucede cuando las sesiones de terapia se realizan utilizando como estimulo los patrones cerebrales escaneados en sesiones de DecNef en las que su madre participó en la etapa piloto del proyecto. En otras palabras, Robin aprenderá a manejar su mente copiando los esquemas de su madre, una mujer resistente, cuya principal cualidad era su empuje y éxtasis vital. Como Charlie en la novela Flores para Algernon, su capacidad cognitiva y emocional comenzará a crecer exponencialmente, y Theo teme ya no reconocer en él a su necesitado hijo. Robin aprecia cada instante de vida en el planeta, cada encuentro con el mundo natural es una experiencia sublime y su necesidad de entenderla y salvaguardarla la canaliza a través del dibujo, la observación, la contemplación.

Flowers for Algernon. Ilustración de Irena Korol

Ocurrirá mucho más en las vidas de Theo y Robin, entre ellos la finalización del programa experimental de DecNef, atentando contra las ganancias en el aprendizaje de Robin, así como poniendo en tela de juicio las decisiones que como sociedad tomamos frente a la tecnología, la medicina, la exploración espacial, la política y las decisiones que rigen el bienestar y la conservación de los ecosistemas. Mientras Robin desea gestar una lucha para proteger las especies, siguiendo el legado de su madre, Theo lucha por no ver su proyecto de exploración espacial cancelado por el Congreso. Dos visiones que aunque divergentes a primera vista, en ultimas nos muestran el deseo humano de preservar la vida, de encontrar. Sentido, de hallar respuestas a las preguntas más primarias y más antiguas de la humanidad. ¿Estamos solos en el universo? Y, ¿cómo vivir sin provocar nuestra propia extinción?

Y, sobretodo, Powers logra retratar con dolor y dureza, a la vez que con ternura y gran amor, la relación entre padre e hijo intentando sobrevivir unas convenciones sociales y políticas que no dan lugar a la diferencia. Robin aprende de Theo, pero es quizás el padre quien mas recibe del hijo al escucharlo, darle un lugar propio en el mundo, protegiéndolo hasta donde puede de la mentalidad de masas, de la uniformidad, y sobre todo manteniendo la llama de curiosidad viva en el niño.

Recordé una charla en el Hay Festival 2017 en Cartagena llamada “Los niños no son tontos”, entre Brigitte Labbé, escritora francesa de libros de filosofía para niños y Roger Mello, autor e ilustrador brasileño. Reviso mis anotaciones de la charla y me encuentro con esto:  “Los cambios en el mundo no han venido de arriba sino de abajo hacia arriba. Que los niños se pregunten qué pueden hacer cambiar, generar un cambio ante algo. Pensar que las élites son las generadores del cambio, -pensar eso-, embrutece. Tenemos que volver al concepto del micro-cambio, la micro-acción. Empieza por las pequeñas cosas y actos.” Sigo revisando mis notas de esa charla. Magnífica…

Y para no dejar a los niños en el margen, sino devolverlos al centro, al lugar de origen en el que todos nos preguntamos, somos curiosos, temerarios, leo también “¡Ugh! Un relato del pleistoceno”. En un trabajo artístico monumental (tanto de Buitrago y Yokcteng como desde la edición de Babel Libros), este libro-álbum nos devuelve a las cavernas, esa era geológica en la que no había mucho mas que supervivencia, pero que también a nivel simbólico significa la era del desconocimiento, del hombre cavernícola, primario y poco pensante. Y es en este escenario en el que en medio del fluir de los días y una corriente imparable de vicisitudes que atentan contra la vida, – bestias gigantes, nevadas, desplazamientos en busca de alimentos, volcanes en erupción- , una niña mantiene su mirada atenta, sus ojos abiertos y su mente inquisitiva. Y es esa niña, que empujada más que por el sobrevivir, busca entender, recordar, compartir lo que ocurre a ella y su tribu. Y en ese deseo de transmitir, ordenar y nombrar, nacen el arte, los dibujos, las palabras y las historias.

¡Ugh!; Babel Libros. Ilustración de Rafael Yockteng.

«Aquellos que contemplan la belleza de la tierra encuentran reservas de fuerza que durarán hasta que la vida termine». Rachel Carson

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