La «necesidad» de una librería

Sorprende que existan personas que nunca han entrado a una librería. Muchos millenials (e incluso muchos antecesores, los de la Generación X) compran sus libros con tan sólo un click. Las tiendas virtuales son rápidas y no implican movilizarse, lo que parece estar en boga para todos, y en todos los lugares del mundo.

Siendo así, ¿que panorama se vislumbra para los que tozudamente insistimos en forjar librerías? Pues, que las librerías deben reinventarse, algo que ya hace años muchos han empezado a hacer con éxito.

W Magazine encargó en marzo del año pasado una reflexión en torno a esto a un grupo de libreros y profesionales del sector, lo que produjo un sucinto decálogo para la librería del futuro.

En su introducción, Jorge Carrión, autor de La Librería ( Anagrama), describe así la visión y estrategias:

Asumir una escala humana. Han dejado de tener sentido las librerías gigantescas, en cambio tienen más sentido que nunca las librerías de barrio. En un mundo pixelado, multidimensional, los libros nos reconectan con las tres dimensiones, con la artesanía, con el cuerpo y con el horizonte.

Trabajar especialmente la sección infantil, para formar a futuros lectores y amantes de los libros. Las librerías no pueden ser percibidas como espacios de una élite. Desde niños tenemos que sentirlas como nuestras.

Crear espacios de diálogo y docencia y placer, de academia y de fiesta. El librero como sabio y como DJ emocional. Y como curator, capaz de seleccionar y orientar, de mediar entre la excesiva producción editorial y el lector individual que solamente puede leer algunos libros al año.

Estimular tanto la inteligencia como los sentidos. El tacto y el olor del libro, el placer de escuchar a autores y lectores, la importancia de la mirada en el arte del escaparate o del diseño de portada o de la librería como espacio fotográfico o artístico, el paladar del café o del vino asociado a la cultura.


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Cafebrería el Péndulo, Ciudad de México


Destacamos y resumimos aquí los puntos con los que más nos identificamos de este decálogo para la supervivencia de la libreria, pareciéndonos los otros aquí no incluidos un tanto fantasiosos o inoficiosos.

1. Ágora cultural y de amistad: la libreria es no sólo un lugar de compra venta. Es un lugar de interacción, de discusión, de encuentro. El librero, a diferencia de un algoritmo, es alguien que conoce nuestros gustos y nos ofrece sus recomendaciones lejos de las pantallas a las que nos vemos enfrentados durante el día.

2. Potencia valores fundamentales: el librero no es sólo alguien que vende, sino quien difunde y comunica. Esto es en sí una función civilizadora de la sociedad, y valorarlo implica que su oficio seguirá siendo necesario.


Books for Cooks, Londres


3. Anticiparse a las necesidades del lector: las librerías no son solo estantes llenos de libros, son espacios de experiencias. Desde descubrir nuevas historias, conectarse con otros, conocer a los escritores, y como lugares de esparcimiento. El librero debe anticipar esto y proveer experiencias que lo inviten a regresar.

4. Espacios especializados y moverse en el ciberespacio: las librerías tenderán a especializarse cada vez más y el apoyo en las redes sociales será necesario. Para su permanencia será indispensable el apoyo de los gremios e instituciones para brindarles herramientas de gestión más ágiles, mejores márgenes comerciales, entre otros.


Nido de Libros, Barranquilla


Imagino un mundo tecnológico, sistematizado, articulado, hiper-conectado, pero en el que aún hay lugar para las librerías. Por que el ser humano no perderá, – o no debe hacerlo, – su necesidad de contacto, una dosis de humanización, de ver cara a cara. Y en eso el librero podrá seguir oficiando como un articulador entre libros y lectores, entre lectores y otros lectores, que en últimas es un conectar de sentires y saberes.


Para el decálogo completo visitar: https://wmagazin.com/relatos/decalogo-de-la-libreria-del-futuro/

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